22 de septiembre de 2015

Excusas...

La tercera semana de clase y apenas has escrito nada sobre lo que haces, si te gusta, si te disgusta...

No me acordaba de ti.

¿¡Y será verdad!?

¿Me crees capaz?

¿A ti? De eso y más.

No escribí porque no tengo casi tiempo.

Sí, sí, ahora intenta arreglarlo.

No te enfades...

Encima que voy de buenas...

Para una vez que "vas de buenas"...

La primera y la última.

Tampoco es para tanto, tú has sido muchas más veces borde conmigo, por una que lo sea yo contigo no te va a pasar nada. 

Ya, ya...

¿Me echabas de menos?

Te echaba directamente.

Eso es que sí.

¿Que por qué no escribes últimamente?

Porque no tengo casi tiempo con la universidad, los trabajos, las lecturas, las clases, el gimnasio, la bici...

Pues mejor.

¿Sabes por qué no escribí durante el verano?

Para ganarme la apuesta.

Además de eso, era porque tenía cierta obligación conmigo misma de reflexionar explícitamente aquí todo lo que hacía.

Vamos, lo que estás haciendo ahora.

Sí y no.

¿Cómo puedes reflexionar y no reflexionar a la vez?

Estoy reflexionando pero no de lo que estaba reflexionando antes, al menos soy consciente de lo que estoy reflexionando en el blog, sintiéndolo como algo público y no como algo personal.

Precisamente, este blog es personal y público.

Personal hasta el punto que yo decida que lo sea. Es personal porque lo escribo yo y escribo experiencias personales, pero yo misma establezco un límite, que por cierto he sobrepasado a conciencia y siendo consciente de que lo estaba haciendo, al menos en la mayoría de los casos.

Claro, si tú lo escribes, eres tú quien decide el qué, cómo y por qué lo escribes siempre.

Ese es el problema que tenía hace unos meses, no era consciente de lo que estaba escribiendo y en muchas ocasiones me arrepentía de publicar ciertas cosas. No porque fueran intensas emocionalmente para mí, de hecho hay 4 post relacionados con una de las experiencias que más han marcado mi forma de ser y de concebirme a mí misma que no los he borrado ni pienso hacerlo. Pero otros post en los que aparecían otras experiencias sí que he querido borrarlo y en gran medida ha sido por no saber diferenciar entre un espacio personal y un espacio público.

Has usado el blog como un diario personal sin tener en cuenta que cualquiera lo pudiera leer.

Eso es, y gracias a estas semanas de descanso que parece que no estoy he aprendido a gestionar eso. 

¿Y no vas a escribir en estos meses?

No, no tendría sentido este blog entonces.

Pero no vas a reflexionar entonces sobre las asignaturas de la mención.

No voy a crear etiquetas específicas para cada una de las asignaturas pero eso no quiere decir que no vaya a escribir sobre ellas.

No lo entiendo.

Son clases muy dinámicas y muy diferentes a lo que estoy acostumbrada de 3º. Son muy prácticas y las reflexiones, en muchas ocasiones, son conjuntas en grupo grande o grupo pequeño. Lo malo es que son clases demasiado largas y cargadas de contenido y las asignaturas están interconectadas y requiere una alta participación e implicación a la hora de realizar las dinámicas de grupo y saber diferenciar los límites entre las asignaturas. 

Pero es bueno que estén relacionadas.

Está muy bien pero creo que es demasiada carga didáctica y pedagógica que no tendría que estar al final de la carrera y solo para una mención. Lo veo como una ampliación de 1º de carrera y que tiene mucho más sentido que esté a continuación de ellas que a los 2 años y solo para los que decidan coger esa mención. 

Me parece muy buena la metodología que sigue toda la mención porque una de las carencias que tiene la carrera es que no enseña a trabajar en grupo. Los trabajos son en grupo pero no sabes cómo se trabaja en grupo, al menos no estamos acostumbrado a ello y no nos han enseñado a trabajar cooperativamente. 

¿Ves como sí tienes tiempo?

Son 2 párrafos de nada, yo quiero escribir más.

¿Quién te lo impide?

Ahora mismo, una lectura que tengo que hacer para el diario de AC.

Quien quiere, saca tiempo. Quien no quiere, saca excusas.

No es una excusa, es verdad.

Claro, claro...



11 de septiembre de 2015

La primera clase de Psicología



Desde hace un tiempo, me estoy acordando mucho de las clases de Psicología del instituto, una asignatura optativa de 2º de Bachillerato. Lo recuerdo con mucho cariño  por la profesora que me la daba y por lo que fui aprendido en ese tiempo y lo que sigo aprendiendo de esas clases. 

La profesora de esa asignatura era la misma que la de Filosofía del instituto, por lo que ya la conocía de antes. Pero en ambas clases era muy diferente: mientras que en la primera era mucho más recta, estricta, en la segunda estaba mucho más relajada. Intuyo que estaba mucho más relajada porque en la segunda éramos menos y porque su experiencia con esa asignatura cuando estaba en la universidad, eran clases muy dinámicas y entretenidas (algo que quiso hacer, y consiguió, cuando fue profesora).

Ese curso fue el primero que se ofertó esa asignatura y, aunque no te pudieses presentar a selectividad por ella, no era evaluable, casi la mitad de los matriculados nos cogimos esa optativa. Yo no tenía otra opción, era Psicología o Francés (que llevaba sin dar desde 3º de la ESO).

La primera clase fue muy graciosa porque, como he dicho antes, la profesora nos hizo un pequeño cuestionario de 6 preguntas para saber qué sabíamos de psicología, algo que metodológicamente era nuevo para nosotros, pero muy valioso para la profesora. Las preguntas eran:

  1. ¿Qué es lo que estudia la psicologia?
  2. ¿Sabes la diferencia que existe entre un psicólogo, un psiquiatra, un psicoterapeuta y un psicoanalista?
  3. ¿Conoces algún psicólogo que no sea Freud?
  4. ¿Para qué sirve un test psicotécnico?
  5. La mayoría de los psicólogos trabajan con gente en dificultades (Verdadero o Falso).
  6. Los investigadores en psicología pocas veces engañan a las personas con respecto a los objetivos de su estudio (Verdadero o Falso).
A nivel personal, la que más gusta es la número 3. Lo mejor de todo, la respuesta unánime de todos: "NO". Tiene una explicación, la profesora en las clases de Filososfía era el autor que más veces mencionaba y era con el que nos habíamos quedado. Paradójicamente, para nosotros, fue el autor que menos estudiamos a lo largo del curso.

El resto de preguntas fueron más complicada de responder porque inicialmente no sabíamos de qué iba a ir la asignatura. Conforme fue avanzando el curso, fuimos contestando a las preguntas. 

Pero, sin duda alguna, lo que más me gustó de la asignatura fueron las películas, aunque al principio no nos hizo demasiada gracias lo que teníamos que hacer. En el instituto, ver películas o ir a la clase de ordenadores era una vía de escape, era algo tan extraño que las disfrutábamos muchísimo. Hasta que Mayte (la profesora) nos dijo que teníamos que analizar la película vinculándola con lo que habíamos dado en el tema anterior. 

En las primeras películas mis reflexiones eran muy concisas y cortas, pero a lo largo del curso, el análisis y el nivel de detalle fue mucho mayor, en gran medida porque hacía varios borradores y veía la película, si podía. 

Salvo en los últimos meses de la asignatura, veíamos la película del tirón y luego reflexionábamos conjuntamente la película. Pero al final de la asignatura, cuando estábamos más cargados de trabajos y exámenes, Mayte nos ayudaba a analizar los fragmentos de las películas porque eran mucho más complejas de entender y en ocasiones no llegamos a entender lo que había pasado al final de la película, como nos pasó con "Memento" relacionado con el tema de la memoria.

Además, las clases eran muy dinámicas y las exposiciones estaban a la orden del día, lo que nos ayudó a perder la vergüenza, al menos con los que estábamos. 

Por desgracia, no guardo ninguna reflexión de las películas, pero pocas pasaban del folio. Gracias a esta experiencia, analizar las películas de PDD, PDE y FPAD fue mucho más fácil, al menos sabía que cualquier detalle, por pequeño que pareciera, era importante para los personajes.

Precisamente por eso, creo que esos recuerdos los tengo muy presentes. Desde entonces, no he vuelto a ver una película "de gratis", como decía Mayte. 






8 de septiembre de 2015

Momentos



Llevo unos minutos pensando cómo empezar este post. Llevo un tiempo queriendo escribirlo, pero por mi experiencia en el curso de verano del 2013, sobre el autoaprendizaje a lo largo de la vida, prefiero dejarme un tiempo para asimilar lo que ha ocurrido en tan poco tiempo y poder organizar  y estructurar lo que ocurrió. 

Tanto el curso de verano del 2013 como el de este año, tal y como están enfocados, requieren una participación activa tanto física como mentalmente, ya sea cambiando físicamente del lugar en el que te encuentras, para ser más consciente del lugar que ocupas y conectar con uno mismo, o mentalmente, evadiéndote o no, focalizando o no, desvinculándote o no de las experiencias. 

Al principio, me pareció una tontería tomar conciencia del lugar que ocupabas, del sitio que elegías para sentarte o si quiera priorizar o darme cuenta de cómo estaba respirando, al menos en un contexto diferente a cuando estoy en el gimnasio, por ejemplo. Además, no consideraba tan relevante un lugar determinado desde el que realizar una actividad. 

Siguiendo mi experiencia en el gimnasio, en el que estaba hace unos meses, no sabía el motivo pero siempre elegía la misma bicicleta, de hecho si no estaba esa libre, estiraba o calentaba hasta que pudiera coger esa. No sé qué le diferenciaba del resto o qué me hacía no montarme en otra que aparentemente era igual. Puede que no fuera la misma bicicleta siempre y que únicamente la eligiera por el sitio en la que estaba ubicada, es decir, no me importaba la bicicleta, sino el lugar en el que estaba la bicicleta. 

Una de las actividades que más me gustó realizar a lo largo de la semana que duró el curso de verano, fue la que realicé con una persona que no conocía y que llegué a conocer sin apenas hablar. Era un ejercicio guiado por el profesor en el que comenzabas a focalizar o prestar atención a determinados aspectos de la cara de otra persona que no conocías, al menos resultaba más interesante realizarlo con una persona que no conocieras previamente. 

Como el ejercicio estaba basado sobre todo en el lenguaje visual, la mirada se convirtió en la manera que teníamos para comunicarnos y comenzar una conversación silenciosa. Al principio, me resultaba muy complicado mantener la vista en sus ojos cuando me miraba porque era la manera en la que conectábamos y el hecho de retirar la mirada parecía que era no permitir que la otra persona sepa cómo eres o cómo estás, es decir, cancelar la conexión y no querer que la otra persona sepa cómo eres o cómo te encuentras. Principalmente la que retiraba la mirada era yo.

Como buena miope desde hace muchos años, la búsqueda de la mirada de otra persona es esencial para mi,al menos cuando estoy hablando con esa persona. Es algo que inconscientemente busco como una manera de saber y hacer saber a la otra persona que le estoy escuchando, aunque no siempre sea así.

Pero en ese ejercicio fue muy diferente, ya que la comunicación verbal brillaba por su ausencia, al menos en la mayor parte del ejercicio, Por lo que tuve que recordar parte de las experiencias que había tenido en la asignatura de Habilidades de Counselling, pero desde un punto de vista diferente, ya que no solo era yo la que observaba a la chica, sino que ella también me observaba a mí. Hubiese sido muy diferente si el ejercicio no hubiese sido simultáneo, es decir, si primero hubiese sido una la que hubiese observado a la otra y luego hubiese cambiado.  Ese fue un ejercicio que hicimos los primeros días. 

La mayor diferencia entre ambos cursos de verano no está en el contenido, de hecho creo que están más vinculados de lo que puede parecer a simple vista, o al menos cada vez los veo más parecidos, sino en cuando a la intensidad y vivencia del curso, es decir, a cómo me sentía yo tanto fuera como dentro de cada uno de los cursos de verano. Un cambio muy significativo porque aunque el primero fue mucho más intenso, con horario de mañana y tarde, el segundo lo viví con más intensidad emocional y sintiendo más, vinculándome más con las experiencias que elegía, en comparación a la que elegí en el curso de verano del 2013.

Esto quedó reflejado en lo que me pasó el jueves. Empezó muy bien, o al menos eso pensé, porque realizamos una dinámica guiada en la que conectamos con nosotros mismos, cómo eramos de pequeños, cómo habíamos sido, cómo eramos en varios contextos (con la familia, con los amigos, con los desconocidos, con nosotros mismos, lo que nos gustaba de nosotros, lo que no nos gustaba, lo que queríamos cambiar, lo que no, et...) y cómo queríamos ser. Sorprendentemente para mí, me quedé tan relajada que se me durmieron los dos brazos de tal modo que no los sentía y no los podía mover. Me sentía muy bien porque hacía mucho tiempo que no me sentía así, de hecho que recuerde es la vez que más relajada he estado. 

Lo "peor" vino en la actividad siguiente, en la que teníamos que representar en una careta en blanco cómo somos. Parecía sencillo, pero para mí no lo fue, de hecho no hice ni esta actividad ni la siguiente. No era capaz si quiera de tocar la careta y no era por mi miedo a ella, sino porque no sentía que fuese mía, no podía diferenciarme de ella. La imagen de arriba es lo que hice con las indicaciones de lo que debíamos hacer en la actividad que no realicé.

En 2006, estando en 2º de la ESO sufrí bullying. En  mi casa no se habla de lo que pasó, simplemente pasó y ya está, pero lo cierto es que hasta hace unos meses no me había dado cuenta de cómo me había afectado en mi personalidad, en mi forma de ser, en la manera en la que me concibo, en la manera en la que me relaciono y en la que no me relaciono con los demás. 

Recuerdo que de pequeña era muy extrovertida y no me asustaba nada ni nadie, estaba dispuesta a explorar y a descubrir lo que estuviera a mi alrededor, hablaba con todo el mundo, hablaba a todas horas. 

Pero después de eso todo cambió, mis padres y mis hermanos me protegieron más queriendo evitar que me volvieran a hacer daño y estaban más pendientes de mí. Yo no salía de casa sin mis padres, no quería salir y no por miedo a que me hicieran daño a mí, estuve un curso académico siendo acosada, sino que por el hecho de que me hicieran daño a mí y, como consecuencia, mi madre sufriera (lo que me hizo contar todo lo que me había estado pasando durante los últimos meses).

Volviendo al curso de verano de este año, la sesión del jueves, y después de realizar la dinámica guiada que tan relajada me dejó, no puede no acordarme de lo que pasó y a volver a vivenciar todo lo que había pasado esa tarde de primeros de junio y en lo que me había convertido después de ese día. 

Así que cuando el resto estaba pintando su careta, yo luchaba por no romper a llorar por lo mismo que no le había dicho a mi madre que estaba sufriendo bullying, pero en este caso estaba mi prima que no sabe nada de lo que pasó. No me pude reprimir y comencé a llorar, pero intentando que no fuera a más. Miraba a la careta que tenía en frente y me ponía peor hasta que un comentario de mi prima me hizo salir de la clase y encerrarme en el baño. No quise salir, solo quería tranquilizarme y sabía que la única opción era llorando. 

No sé cuánto tiempo estuve, pero siempre que se acercaba alguien para preguntarme sobre cómo estaba o que volviese porque iba a comenzar una nueva dinámica, volvía a romper a llorar. Al cabo del tiempo me tranquilicé y pude desvincularme de la experiencia y comenzar a objetivarla poco a poco. 

Continué en la clase después del descanso por mi prima, aunque después me enteré que también le costó realizar las actividades de aquel día. Cada vez que me acordaba volvía a llorar, pero al menos era capaz de tranquilizarme sola y desvincularme tanto de la experiencia previa como de la que acaba de ocurrir. 

Pese a la reciente experiencia del jueves, el viernes me ayudó a ver con mayor perspectiva lo que había pasado no sólo el jueves, sino el resto de la semana y pude ver el curso de verano como un conjunto de actividades que tenían un objetivo común y no como actividades aisladas, relacionar las sesiones y las actividades.

Con lo que me quedé del curso de verano es que aunque considere algo como bueno o malo, no quiere decir que lo sea, etiquetarlo como bueno o malo es un juicio subjetivo. Para mí lo peor del jueves no fue conectar con mi experiencia, sino que eso me sirvió para objetivarlo y verlo desde una perspectiva diferente y poder comenzar a actuar y cambiar aquello que no consideraba y considero que sea mío, a tomar conciencia de cómo he sido durante varios años, algo aprendido y adquirido como propio, y cómo quiero ser sabiendo que lo que he sido durante los últimos años no es verdaderamente cómo soy, sino que yo soy quien decide cómo soy o cómo dejo de ser. 

Esto tiene mucho que ver con el ciclo de satisfacción de necesidades y de defensa (Katzeff, Perls y Zinker). 














7 de septiembre de 2015

Primer último día de la carrera

Tú por aquí, pensé que ya no escribirías.

En un principio quería escribir, pero luego pensé que mejor no. Así que... Aquí estoy.

Y no querías escribir porque...

En realidad, no pasó nada interesante hoy.

¿Qué se supone que tenía de interesante hoy?

Supongo que nada, pero las expectativas que tenía de lo que iba a pasar hoy fueron altas en comparación con lo que realmente ocurrió.

Por eso decidiste no escribir la primer vez, entiendo.

Sí.

¿Y qué te ha hecho cambiar de opinión?

Porque me he dado cuenta que aunque no salió como yo esperaba, es decir, aun considerando que no hice nada interesante a lo largo del día, no quiere decir que no haya pasado nada. De hecho pasaron muchas cosas.

Cosas como cuáles.

No sé cómo explicarlo. Siempre que vuelvo a la rutina o tengo que hacer algo importante, no duermo la noche de antes y paso la noche imaginando lo que va a ocurrir, como si lo pudiera predecir. 

Tal y como me imaginé que iba a ser el día de hoy, la realidad ha sido muy distinta. 

Vamos que no te ha gustado lo que ha pasado.

Tampoco es eso, simplemente no salió como había pensado.

¿Te sentirías mejor si hubiera pasado como lo hubieses planteado?

No lo creo, me hubiera asustado de mi capacidad de anticiparme a lo que iba a pasar.

Entonces...

Me llamó la atención ese detalle, el cómo consideraba que iba a ocurrir algo sin que dependiese de mí lo que pudiera ocurrir.

El no dormir te afecta demasiado. 

Es posible. 

No tienes muchas ganas de escribir tampoco. 

No demasiadas, pero tampoco me lo tomo como una obligación. Este año va a ser especial...

Ya... Sabías que tarde o temprano la carrera terminaría.

Sí, pero el tiempo pasó demasiado rápido. El año pasado me costó asimilar que estaba en 3º y pensar que este es el último cuatrimestre... Es increíble.

La que no quería ir a la universidad y ahora no se imagina la vida después de ella.

Claro que me la imagino y sé que después de la carrera hay un mundo, pero no quiero imaginármelo de momento, al menos no tan pronto.

Te guste o no, el año que viene ya no estarás en la Facultad y el máster que quieres hacer, si sale, va a ser diferente a la carrera. 

Lo sé y también sé que lo tengo claro desde hace tiempo y que es lo que quiero, al menos tengo claro que me gustaría seguir vinculada a la universidad, ya sea trabajando en ella o participando en algún proyecto o yendo a cursos de verano. No me estaba refiriendo al ámbito académico-profesional.

Entonces sólo te queda disfrutar de estos meses y lo que tenga que pasar pasará.

Al final no va a ser un mal día después de todo. A ti te sentaron muy bien las vacaciones. Estás más relajado y tranquilo conmigo.

No me fiaría mucho, por si acaso...


3 de septiembre de 2015

¿Qué se evalúa en un examen?



A finales de julio, cuando estaba de vacaciones con mis padres, me dijo mi madre que una vecina quería hablar conmigo para que le diera clases a su hijo. Principalmente era para que le explicara las ecuaciones y las analizar sintácticamente oraciones simples. A sabiendas que no iba disfrutar lo que me quedaba de descanso y desconexión de la carrera, estuve todo el mes de agosto con él.


Además de conocerle desde que era pequeño, cuando realicé las primeras prácticas del colegio, él era uno de los niños que estaban esa clase. Medianamente sabía cómo era y cómo podía ayudarle. 

Pero es cierto que al principio no quería darle clases porque no me veía preparada para dar clases particulares a chicos de la ESO. Requería, y requirió, que estuviera mucho más activa antes, durante y después de las clases ya fuera preparándomelas, viendo el aprendizaje de Alejandro como un proceso vivo y pensando en lo que había pasado durante la clase, intentando ponerme en su piel para saber qué es lo que entendía y cómo lo hacía y aquello que no llegaba a entender y el motivo por el cual no llegaba a entender mis explicaciones.

Aunque le conocía de antes, apenas había tenido relación con él, más que de mirar si tenía hechos los ejercicios. De esta manera, la relación que teníamos antes de empezar las clases era muy escasa. Pensé que era algo que necesitaba trabajar los primeros días para que tanto él como yo pudiésemos trabajar bien e implicarle en su propio aprendizaje, que fuese consciente de él y que no se limitara a hacer lo que yo le dijera, que me debatiera cuando no entendiera algo y que fuese el capaz de explicarme a mí si lo que estaba diciéndole era verdad o no. 

Para ello, fue muy valioso conocer ambos contextos en los que había estado últimamente, es decir, en el colegio y en el instituto. Aunque el instituto es el mismo que en el que yo estuve, la experiencia que tenemos es diferente. El primer día estuvimos hablando de los profesores que tenía, algunos fueron míos también, cómo le habían evaluado y cómo le iban a evaluar en el examen que se tenía que presentar. 

El instituto lleva unos cursos evaluando muy mal, por medio de contenidos mínimos. Es muy discutible la manera que tienen de evaluar, por medio de contenidos mínimos, hablando desde la experiencia que tengo con Alejandro de estas semanas. En cada asignatura se priorizan diferentes maneras de aprender. 

Por ejemplo, en inglés el examen principal que tenía que realizar, y que realizó, era una lista de 36 verbos que tenía que poner en infinitivo y en pasado, además tenía que diferenciar entre tiempos verbales y escribir un texto. Le fui preparando el examen de verbos semanas antes del examen final. En total realizó 3 exámenes  iguales a los que realizaría en el examen de verdad. En los 3 cometió los mismos errores que no sé hasta qué punto dependía de la memoria que tuviese. Varios pares de verbos significaban lo mismo y otros siquiera los había usado en frases, sino que se había limitado a estudiárselos de memoria durante el curso, pero (y esto es lo peor) como fallara en un solo verbo suspendía el examen e iría a septiembre con él.

En matemáticas fue mucho peor porque lo que no llegaba a entender eran las ecuaciones, pero me di cuenta que no las entendía porque no llegaba a entender las reglas de cambio de signo, algo que se da en el primer trimestre. Cual fue mi sorpresa cuando hablando con la madre y con él una vez terminó la clase, le comenté el motivo pro el que fallaba y me dijo que la primera evaluación la había recuperado en enero. Mi pregunta es ¿Cómo legó a aprobar? 

En tecnología aprendí yo más de él que él de mí, algo que me gustó porque me sirvió para hacerle dudar y que él pudiera estructurar lo que sabía para ser capaz de explicármelo. 

En cuanto a sintaxis, me di cuenta que solo necesitaba una guía para seguir. Lo que más me llamó la atención es la consecuencia inmediata que tiene la evaluación por medio de mínimos, y es la de "esto no me lo aprendo que no es un mínimo". Es decir, la consecuencia es que se autolimitan, "no voy a aprender más que lo que me piden, aunque sea capaz de aprender más de lo que sé".

Para mí, es una lástima esta manera de evaluar y el primer error es no saber de dónde parten los alumnos, considerar que por el hecho de tener la misma edad y estar en el mismo curso todos tienen el mismo nivel. 

Un problema que los estudiantes tienen, al menos que yo he tenido, y tengo, siendo estudiante, es considerar que es examen es el final del proceso, es decir, no incluir el propio examen como parte del proceso de enseñanza-aprendizaje sino como el final.

Para mí, el examen es una parte del proceso que no se encuentra al final sino que evalúa lo que se sabe y lo que no, lo que hay que repasar, lo que se entiende y lo que no se entiende, lo que se necesita ayuda y lo que no. Es decir, es una herramienta que sirve para conocer y saber cómo se encuentra en cuanto a contenidos en un momento concreto del proceso y del cual se puede aprender y mejorar. 

Por eso mismo, después de unas 20 horas repasando las asignaturas, le dije que el último día le evaluaría, como le iban a evaluar en el instituto, de las 4 asignaturas. Quería saber cómo hacía frente al examen y que él se pudiera organizar y estructurar el tiempo que iba a tener para realizar los exámenes, sobre todo teniendo en cuenta que tardaba relativamente poco en realizar los exámenes de inglés que le había propuesto. Me daba la impresión que quería terminar en cuanto antes y no se preocupaba de repasarlo, no era algo que priorizaba, ni siquiera lo tenía en cuenta.

Mis indicaciones fueron siempre las mismas: leer el examen entero, preguntarme dudas y realizar primero las preguntas que sabía seguro. En todos los exámenes estaba presente  y, aunque generalmente no me preguntaba, permanecía en silencio a su lado para cualquier cosa que necesitara.

Desde mi punto de vista, es mucho más interesante y productivo para él y para mi que sea él mismo quien se corrija el examen y no fuese yo. De modo que cuando terminaba los exámenes tanto en matemáticas como en sintaxis, llevaba yo resueltos los problemas y en inglés y tecnología utiliza o bien el libro de texto o bien su cuaderno.

Desde hace mucho tiempo, tengo claro que no voy a hacer exámenes en los que esté yo presente porque no sé callarme en los exámenes. Recuerdo que en las prácticas de este año, la profesora acostumbraba a dejarme sola en los exámenes, de modo que entraba y salía varias veces. Cuando veía muchos fallos en algún examen, no los guardaba con los demás cuando estaba la profesora presente y cuando se iba le decía al niño que fuera "Corrige esto antes de que venga Teresa". 

Y con Alejandro no fue diferente, al menos en el de matemáticas.Al principio empezaba dándole pistas y le decía "Ya no te digo más, no me preguntes"  y a los 20 segundos le estaba diciendo cómo se hacía.


1 de septiembre de 2015

Resumen de los primeros meses de investigación



Hace un año casi pedí la beca de iniciación a la investigación, no muy segura de que me la fueran a dar. A los pocos meses, me la concedieron y desde enero hasta junio disfruté económicamente de ella.

El trabajo de familiarización con el tema de la investigación comenzó mucho antes, al menos el de comenzar a leer artículos relacionados con el tema y comenzar a saber en qué consistía. 

Sin duda, fue lo más complicado del proceso, al menos a mí me lo pareció, porque no sabía nada acerca del tema y como consecuencia no me sentía segura trabajando con él y en varias ocasiones el hecho de leer simplemente me costaba porque notaba que no me estaba enterando de lo que estaba leyendo. No me importaba leer en inglés, algo que me sorprendió porque nunca lo había hecho, fuera del ámbito académico, si hubiese sido en francés me hubiese costado igual, sino que el contenido no me convencía del todo.

Antes de comenzar la investigación, pensaba que investigar era muy distinto a lo que hice durante estos meses. Pero tengo la sensación de que no aprendí todo lo que debería haber aprendido, en gran parte porque no era capaz de concentrarme y centrar mi atención en el ámbito académico. Estaba muy irascible durante el curso entero y quizá más en el segundo cuatrimestre que en el primero.

Durante las sesiones presenciales que realizamos, aunque dijese que sí me enteraba de lo que me estaba explicando el tutor, realmente desconectaba continuamente, de modo que me perdía constantemente.

Además, me sentía estúpida al no ser capaz de hacer inferencias fáciles acerca del tema, produciendo que mi frustración aumentara y mi seguridad con respecto a la investigación disminuyera. 

Recuerdo una sesión en la que estuvimos unos profesores, mi tutor y yo. Mi tutor de la investigación me preguntó si quería realizar la sesión en el despacho o en cafetería con los otros profesores. Por una parte quería estar en el despacho porque tenía una serie de dudas conceptuales sobre las lecturas que había realizado pero por otra sabía que iba a ser mucho más productivo y beneficioso para la investigación contar con la participación de esos profesores.

Precisamente, esa sesión tuvo lugar en una de las semanas que más irascible estaba, pero no estaba siendo consciente de ello, me limitaba a pensar que los demás son los que estaban equivocados y me llevaban la contraria. Y en la sesión quedó reflejado, en mayor medida mi frustración cuando no era capaz de trabajar sobre el tema, tanto porque no quería como porque no me sentía cómoda.

Recuerdo que me enfadaba porque ellos hacían reflexiones, inferencias y conexiones que no llegaba a comprender e incuso veía descontextualizadas del asunto, pero que al cabo de unas semanas, cuando lo volví a escuchar, fueron muy valiosas para la investigación, al menos ayudaron a verlo desde otro punto de vista. 

Por suerte, mi nivel de frustración fue disminuyendo conforme me desvinculaba de la investigación. Estos últimos meses, y gracias a que bajó mi nivel de frustración, logré disfrutar mucho más de la investigación, al menos ya no la evitaba, sino que estaba motivada a seguir con ella después de lo que había ocurrido en la sesión conjunta. 

Las últimas sesiones, en las que estuvimos redactando la memoria final de la investigación, para mi fueron muy importantes porque me servían para demostrar todo lo que había aprendido, al menos en cuanto a la parte teórica, no solo a mi tutor sino a mi misma. 

Como fin de la beca, realicé una entrevista piloto a un profesor de la universidad (precisamente uno de los que estaba en la sesión conjunta). Sin duda, la mejor experiencia de la beca.  Me dí cuenta que lo más difícil de la investigación, al menos para mí, fue trabajar en vivo aquello que había leído, inferido, reflexionado o incluso imaginado en el camino hacia la entrevista. 

Me gustó la experiencia porque fui capaz de profundizar a distintos niveles las diferentes experiencias que me iba contando.

El mayor miedo que tenía, y que compartí con mi tutor, fue el no saber donde estaba el límite, es decir, hasta donde profundizar. Me respondió que eso me lo respondería el entrevistado de manera muy natural y así fue.

No sé si continuaré o no con la investigación o si realizaré otra más adelante. Lo que sé es que la preparación es esencial y yo solo he dado mis primeros pasos.